En el vídeo sobre las características del Romanticismo Musical ya
escuchaste hablar de un fenómeno muy típico de aquella época: EL VIRTUOSISMO,
que fue uno de los resultados de la
perfección de los instrumentos y de la necesidad de libertad del Romanticismo. Los virtuosos eran intérpretes excepcionales que atraían y
encantaban a miles de seguidores, de la misma manera que lo habían hecho los castrati
durante el Barroco.
Aunque hubo muchos, podemos
poner tres ejemplos:
Nicolás Paganini (1782-1840) mago del violín
Franz Liszt (1811-1886) virtuoso del piano
Héctor Berlioz (1803-1869) que dedicó todos sus esfuerzos a la música
orquestal.
Todos ellos fueron al mismo tiempo insignes
compositores de la mayoría de las obras que interpretaban en sus conciertos, aunque al
público de esa época, le atraía mucho más el malabarismo vocal, instrumental u
orquestal, y relegó muchas veces a segundo plano a los compositores en favor de
los intérpretes.
Hoy vamos a hablar del primer gran
virtuoso del Romanticismo, que nació todavía en el siglo XVIII, claramente avanzado a su tiempo.
Se trata del violinista Niccolò Paganini, famosísimo en toda Europa, del que existen multitud de anécdotas, como la del ciego que se dice que al oírlo tocar preguntó: “¿Cuántos
violinistas tocan?”.
El poeta Heinrich Heine no pudo resistir la tentación de
sumarse a la creación de una leyenda típicamente romántica y en una de sus
obras, Noches florentinas, aparece el violinista Niccolo Paganini paseándose por un parque de
Hamburgo, enfundado en un largo abrigo negro, cadavérico y pálido con su larga
melena, silencioso y rodeado de misterio.
Le acompaña un ser diminuto que lo
acecha desde la sombra: “el propio Satán”, ya que la leyenda dice que su fascinante dominio del violín ha sido adquirido con ayuda diabólica.
Para incrementar su leyenda, al
final de algunos de sus conciertos, el maestro solía proporcionar un espectáculo inaudito: tras haber hecho que se le rompieran tres cuerdas de su instrumento, seguía tocando en
la que quedaba, la grave cuerda de sol, la muestra extrema
de su habilidad como instrumentista.
Gracias a una estudiada campaña publicitaria, Paganini se había convertido en un fenómeno
de culto y no solo en lo musical: su mito incluía, aparte de su “amistad” con
el mismísimo diablo, amoríos más o menos verdaderos, tropiezos con la justicia,
compulsiva ludopatía, graves enfermedades, riqueza extrema y fracasos
económicos estrepitosos.
Aquí tienes un fragmento de la película “Paganini, el
violinista del Diablo”, en la que se ve muy bien el efecto que tenía entre el
público, y la cuidada puesta en escena de sus conciertos:
Pero todo esto habría sido imposible de no ser porque
en aquellos años, la bonanza económica consolidó la burguesía como fuerza
social dominante. El final de las guerras napoleónicas había dado paso a la
estabilidad política y a una gran expansión económica.
Viena, París, Londres y Leipzig crecieron y crearon
grandes teatros para albergar al masivo público burgués y así la música, llegó
a un nuevo público que exigía menos protocolo y más entretenimiento. Se adaptó
a las necesidades expresivas del nuevo hombre romántico, que afirmaba su
individualidad. El gusto se democratizó y en gran medida también se vulgarizó,
pues la música quiso llegar al hombre común con piezas cortas expresivas de
las emociones y de la personalidad del intérprete.
También fue decisivo el progreso de la técnica, que permitió
modificar los instrumentos para darles mayor facilidad de ejecución y una gran
proyección sonora con la que su música llegaba hasta el fondo de las grandes
salas de conciertos.
Sin
embargo, estos intérpretes excepcionales también tenían detractores, pues
algunos decían que en sus manos la música perdía su pureza, pues era inevitable
que pasara al primer plano no solo el cuerpo del artista sino también las
características técnicas del instrumento.
En la actualidad, siguen existiendo auténticos virtuosos, famosos como estrellas de rock, que realizan conciertos multitudinarios y apariciones televisivas en horario de máxima audiencia y que intentan acercar la "música clásica" al público masivo. Un claro ejemplo de ello es Ara Malikian, a quien aquí puedes ver interpretando una de las obras más famosas de Paganini, la Campanella y con un sentido del espectáculo que, adaptado al siglo XXI, puede compararse con el del propio Paganini.
Pero Malikian, como Paganini, no solamente es intérprete, sino que también compone sus propias piezas, muy inspiradas en el folclore de Armenia, de donde es originario. SI QUIERES, aquí tienes un vídeo en el que interpreta una de sus obras (Este vídeo no es obligatorio)
Una vez que hayas visto los dos primeros vídeos y leído el texto, pincha AQUÍ
para responder al cuestionario.
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